terça-feira, 18 de abril de 2017

Filipa Leal (II)

LOCH NESS
Cuando se está enamorado, es imposible no atravesar Escocia
en busca del monstruo.
Me ocurrió en febrero, a los diecinueve años. Nevaba tanto.
Bajé la ladera a esa edad a la que es imposible amar
y no creer que el monstruo estará allí solo
a nuestra espera, esperando vernos.
Es difícil no sentir por este monstruo una cierta ternura:
tan reservado, tan delicado con los turistas, nunca se le
ha conocido monstruosidad reseñable y, convengamos,
llamarse Nessie y ser de sexo femenino lo vuelve más frágil.
Había tanta niebla, tanto frío sobre el lago gris. Nadie.
No sé si fue la prisa de volver al hotel para el vino caliente con especias,
no sé si fue el miedo, si fue algún grupo de adolescentes,
pero os aseguro que de repente comenzamos a oír, viniendo del fondo
del agua dulce una voz que repetía, lenta como si cantase:
Please, come and save me
Please, come and save me.
Yo hubiera esperado cualquier cosa de aquel viaje, lo esperaba todo de aquel amor,
todo menos oír aquello de la boca de un monstruo.
Era muy joven.
Me ocurrió después algunas veces más.

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